viernes, 12 de junio de 2020

Eric Sadin

Eric Sadin: "El modelo impuesto por Silicon Valley se ha ...

El smartphone, ese “asistente robotizado”

En su libro, usted se refiere a una figura mítica del cine, Hal, el sistema informático de la nave Discovery que aparece en la película 2001 Odisea del espacio. ¿Hal es, para usted, como la figura que encarna nuestro devenir tecnológico a través de la inteligencia artificial?

–Hal es un sistema electrónico hiper sofisticado que representa la figura mayor de la película de Stanley Kubrick. Hal es un puro producto de la inteligencia artificial, es capaz de colectar y analizar todas las informaciones disponibles, de interpretar las situaciones y actuar por sí misma en función de las circunstancias. Exactamente como ciertos sistemas existentes en el trading algorítmico, o en el protocolo de Google. Hal no corresponde más a una figura imaginaria y aislada sino a una realidad difusa llamada infinitamente a infiltrar sectores cada vez más amplios de nuestra vida cotidiana.

–En esa misma línea se sitúa para usted el iPhone o los smartphones. No se trata de juguetitos sino de un casi complemento existencial.

–Creo que la aparición de los smartphones en 2007 corresponde a un acontecimiento tecnológico tan decisivo como el de la aparición de Internet. Los smartphones permiten la conexión sin ruptura espacio-temporal. Con ello los smartphones exponen a un cuerpo contemporáneo conectado permanentemente, tanto más cuanto que puede ser localizado vía el GPS. También, a través de él se confirma el advenimiento de un “asistente robotizado” de las existencias por medio de las innúmeras aplicaciones capaces de interpretar un montón de situaciones y sugerirle a cada individuo las soluciones supuestamente más adaptadas.

–Esos objetos, que son táctiles, nos hacen mantener una relación estrecha con el tacto. Pero, al mismo tiempo que tocamos, las cosas se tornan invisibles: toda la información que acumulamos desaparece en la memoria de los aparatos: fotos, videos, libros, notas, cartas. Están pero son invisibles.

–En efecto, ese doble movimiento trastornante debería interpelarnos. Nuestra relación con los objetos digitales se establece según ergonomías cada vez más fluidas, lo que alienta una suerte de creciente proximidad íntima. La anunciada introducción de circuitos en nuestros tejidos biológicos amplificará el fenómeno. Por otro lado, esa “familiaridad carnal” viene acompañada por una distancia creciente, por una forma de invisibilidad del proceso en curso. Esto es muy emblemático en lo que atañe a los Data Centers que contribuyen a modelar las formas de nuestro mundo y escapan a toda visibilidad. Es una necesidad técnica. Sin embargo, esa torsión señala lo que se está jugando en nuestro medio ambiente digital contemporáneo: por un lado, una impregnación continua de los sistemas electrónicos, y, por el otro, una forma de opacidad sobre los mecanismos que la componen.

“Desarrollar una conciencia crítica”

Los poderes públicos, principalmente en Europa, son incapaces de administrar el universo tecnológico, incapaces de encuadrarlo con leyes o fijar límites. La ignorancia reina, pero la tecnología termina por imponerse, al igual que las finanzas, a todo el espectro político. De alguna manera, los poderes públicos son víctimas de la ignorancia y de lo que Paul Virilio conceptualizó como nadie: la velocidad.

–Una velocidad aumentada sin nunca cesar caracteriza el movimiento vertiginoso imprimido por la innovación tecnológica. Estamos viviendo en el seno de un régimen temporal que se vuelve exponencial, prioritariamente mantenido por la industria que impone sus leyes. Lo propio de los regímenes democráticos es su facultad deliberativa, su capacidad colectiva para elegir conscientemente las reglas que enmarcan el curso de las cosas. Ese componente está hoy eminentemente fragilizado. Ahora como en el futuro, debemos enfrentarnos activamente, sin nostalgia y bajo diversas formas, a la amplitud de lo que está en juego éticamente, bajo la inducción de esta “tecnologización” de nuestras existencias. Tanto en las escuelas y universidades, creo que es urgente enseñar el código, la composición algorítmica, la inteligencia artificial. Creo que son los profesores de “humanidad numérica” quienes deberían ingresar en las escuelas y contribuir a despertar las conciencias y ayudar a encontrar las perspectivas positivas que se están abriendo con este movimiento. Es preciso que en adelante desarrollemos una conciencia crítica ante nuestra propia utilización, que se instaure lo que yo llamo “una disciplina de la utilización”. Esta disciplina me parece indispensable si no queremos estar infinitamente pegados a las producciones tecnológicas, si no queremos volvernos un mismo cuerpo con la técnica. Es preciso mantener cierta distancia, porque es la distancia quien condiciona el principio mismo de una relación abierta y singularizada con el mundo.
Entrevista: Eduardo Febro

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